Postureo trágico – El Niño detrás de las Barbas

Durante los últimos meses hemos vivido toda una serie de eventos internacionales en los que la violencia ha tenido un papel protagonista: unas protestas civiles en Colombia que generaron una respuesta policial a todas luces desproporcionada, un nuevo ciclo de bombardeos en la franja de Gaza y finalmente la  más reciente toma del poder por parte de los talibanes en Afganistán.

Todos estos eventos son sin duda importantes, por lo que representan a nivel geopolítico y por el efecto que tienen sobre las poblaciones que los han sufrido y siguen sufriendo. En todos los casos citados, como suele suceder con estas cuestiones, todos estos eventos son fruto de problemas y conflictos enquistados desde hace muchos años. En Colombia la corrupción y abusos de los cuerpos policiales no son una novedad, recordemos que, no hace mucho, en el ámbito rural se llegaron a producir incluso matanzas de civiles con tal de rellenar el cupo de “guerrilleros muertos”. La lucha contra el narcotráfico no solo ha exacerbado las prácticas violentas de los cuerpos policiales, sino que el dinero de la droga se ha colado al completo entre sus componentes, corrompiendo todo el sistema. Si hablamos de Aganistás, país que lleva en guerra constante desde 1978, o Israel, en permanente conflicto desde su fundación, las raíces son todavía más visibles.

Dichos conflictos enquistados han ocupado muy poca atención de medios y sociedad civil. En el mar de conflictos en los que está sumido el mundo, buena parte de ellos desconocidos también para este redactor, resulta muy difícil hacer un seguimiento regular de los mismos. Uno se pregunta si medios de comunicación como canal 24 no podrían reducir parte del tiempo de tertulias, o los ciclos de noticias repetitivas sin mucho más contenido que el que podemos encontrar en cualquier telediario común, para generar espacios dedicados a un seguimiento más continuado de la situación internacional de muchos países. Ya que, en este mundo globalizado, todo nos acaba afectado de un modo u otro. [Muy buen apunte, pa mandarlo a la cadena, vaya]

Pero no. Los grandes canales de noticias y periódicos tienden a abordar estos conflictos bajo una estricta norma de clickbait, esto es, lograr que los usuarios accedan a la noticia mediante titulares llamativos. Sometidos a la tiranía de lo viral, observamos grandes picos informativos de entre 24 horas y una semana a lo máximo, en los cuales las noticias de los eventos se repiten en una especie de copia y pega entre medios, de los cuales muy pocos aportan reflexiones de peso. Con suerte, alguna de las noticias se digna a mostrarnos los antecedentes históricos y las raíces del conflicto, pero la predominancia es la inmediatez. Si existen algunos medios alternativos que realizan este tipo de enfoques, pero son en cierta medida “café para muy cafeteros”. Por muy bien que desarrollen su labor divulgativa, solo aquellos sectores de población realmente interesados en la actualidad internacional suelen acceder a ellos.

Esta forma superficial  de abordar las noticias alcanza su máximo esplendor en las redes sociales, que se inundan de posts y Stories solidarizándose con los conflictos existentes en el mundo… siempre y cuando ya hayan estallado por completo. El postureo que define el funcionamiento de las redes sociales se traslada así a la geopolítica. Desde que el Je suis France y la bandera francesa inundaron los perfiles de preocupados y concienciados ciudadanos, es un fenómeno que solo ha ido a más. Una vez más, esa solidaridad de galería resulta francamente limitada, puesto que se queda en las pantallas sin que tenga efectos de ningún tipo sobre el terreno. Permite a quién comparte transmitir una imagen de concienciación y preocupación, lo que no deja de ser en la mayoría de los casos, una simple pose.  Quizá con la excepción de aquellos que comparten post informativos, que al menos, nos permiten informarnos un poco más sobre las problemáticas que desencadenan dichos conflictos.

Sin embargo, si existen cientos de conflictos activos ¿Por qué prestamos más la atención sobre unos que sobre otros? La respuesta está en la espectacularidad. En un mundo en el que el clip lo es todo, en el que miles de videos y posts pelean entre sí por captar nuestra atención, la espectacularidad y lo llamativo gana terreno.

Las protestas de Colombia no habrían generado ningún impacto si no fuese por los cientos de videos que mostraban en vivo y en directo la violencia policial. Violencia que no es muy distinta a la que se vivía en el mundo rural colombiano, a la que se sufre en países como Guatemala o El Salvador, pero que, sin embargo, no han captado la atención a los focos.

El bombardeo de Gaza cuenta en su favor la presencia, esta si más habitual, de Israel en los medios de comunicación, la fácil identificación de la brutalidad que este ejerce, además de lo expresivos que en esta ocasión han sido los bombardeos sobre la franja. Se llevaba meses avisando del retorno talibán al poder con la salida de EEUU y nadie lanzó campañas en las redes sociales pidiendo la permanencia de tropas o el envío de una misión internacional. Eso sí, todos nos echamos las manos a la cabeza cuando los talibanes hicieron cosas de talibanes, es decir, reducir los derechos de las mujeres a la mínima expresión. Algo que, por cierto, está también bastante presente en otros países como Arabia Saudí, con quién occidente mantiene excelentes relaciones.  

Prácticamente nadie ha compartido nada sobre el giro autoritario del presidente de Túnez, único país que había logrado establecer un régimen democrático razonable tras las primaveras árabes de 2011. Los golpes de estado en África se siguen sucediendo sin que sepamos en la mayoría de los casos ubicar siquiera aproximadamente la localización geográfica de dicho país. Estos “episodios” ocupan apenas unos renglones en las secciones internacionales de los periódicos, por supuesto,  sin ir más allá de la noticia en concreto ¿Quién carajo está informado sobre lo que sucede en centro África? Luego un periodista español es asesinado, nos escandalizamos, y retornamos al oasis informativo en el que vivimos. Además, compartir  una story sobre el golpe de estado en Sudán resulta poco glamuroso, no creo que eso nos dé demasiados likes.

Resumiendo. En todos los casos, existe un desconocimiento claro sobre las situaciones previas. Estos conflictos, que no forman parte ni del debate público ni de la actualidad informativa, de repente pasan a ocupar los titulares, para luego desvanecerse con igual rapidez. Los post de Instagram desaparecen, las declaraciones de las mujeres afganas se van esfumando de nuestras redes, y la vida continua sin resolución aparente, hasta que un nuevo y llamativo conflicto vuelva a trastocarnos, por el plazo de una semana, a lo sumo dos. Quién sabe, quizás en unos años algunos afortunados podrán compartir la última barbaridad de la guerra civil de Túnez, ignorando muy probablemente, que las raíces de ese conflicto se hubieron desencadenado quizá en este 2021.

Y tú, ¿que piensas?

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